Salario mínimo Estados Unidos 2022 – Lo que debes saber


Salario mínimo Estados Unidos

El estado de California es el primero en fijar un sueldo mínimo de 15 dólares la hora, una exigencia que han venido manifestando estos últimos años especialmente los gremios de comidas rápidas. Le siguen Washington y Massachusetts, con aumentos que llegan, respectivamente, a 14, 49 y 14, 25 dólares la hora. En esta detallada guía sobre el salario mínimo en Estados Unidos te contamos todos los pormenores del aumento registrado en 21 de los 50 estados que comparten soberanía con el gobierno federal.

Votaciones y ajustes automáticos

Votaciones y ajustes automáticos

Aunque en algunos casos los aumentos se deben al ajuste automático basado en el costo de vida, la inflación y la tasa de desempleo, muchas iniciativas han sido puestas a votación. Así mismo, muchos de los gobernadores de estados que no relacionamos en la siguiente tabla comparativa han manifestado la intención de hacer aumentos paulatinos en el próximo lustro. Con todo, estas son las tarifas de aumentos fijadas para el presente año lectivo:

EstadoSalario mínimo por hora
ArizonaUSD$12,80
CaliforniaUSD $15,00
ColoradoUSD $12,56
DelawareUSD $10,50
IllinoisUSD $12,00
MaineUSD $12,75
MarylandUSD $12,50
MassachusettsUSD $14,25
MichiganUSD $9,87
MinnesotaUSD $10,33
MissouriUSD $11,15
MontanaUSD $9,20
Nueva JerseyUSD $13,00
Nuevo MexicoUSD $11,50
Nueva YorkUSD $13,20
OhioUSD $9,30
Rhode IslandUSD $12,25
Dakota del SurUSD $9,95
VermontUSD $12,55
VirginiaUSD $11,00
WashingtonUSD $14,49

El esfuerzo por aumentar el salario mínimo en Estados Unidos

El esfuerzo por aumentar el salario mínimo en Estados Unidos

La expectativa la viene suscitando el presidente Joe Biden, quien, desde la campaña presidencial ha expresado la intención de fijar un salario mínimo en Estados Unidos por encima de los 15 dólares, con el ánimo de reducir las brechas económicas de los trabajadores del país, consolidar la clase media, disminuir la pobreza y eliminar la pobreza extrema.

Entre sus discursos recientes, ha manifestado la intención de reducir los impuestos de sectores de empleados con hijos menores de edad, ha declarado el mes de septiembre en homenaje a la herencia latina y ha aludido a medidas tendientes a poner sobre la mesa la discusión del salario mínimo en Estados Unidos. Una de ellas es que las empresas que tienen contrataciones directas con el gobierno federal paguen a sus empleados la tarifa estándar de 15 dólares la hora, pese a que en Washington la cifra fijada apenas bordea esta estimación.

Estas locuciones han causado buena impresión en muchos sectores, para los cuales el simple hecho de hablar de salario mínimo en Estados Unidos es un signo positivo. La noticia es bien recibida, especialmente, en el sector de las comidas rápidas, cuyos sueldos habitualmente oscilan entre los 6 y los 8 dólares. Lo cual resulta bastante curioso, toda vez que la comida rápida es uno de los elementos más característicos del sueño americano.

El sueño americano de un mayor salario mínimo

El sueño americano de un mayor salario mínimo

Una vida más rica y con más oportunidades para cualquier persona, sin importar su raza, religión o lugar de origen. Palabras más, palabras menos, así definía el historiador James Truslow Adams esta idea que ha guiado la cultura de Estados Unidos desde su origen como pueblo soberano. El hábito muy anglosajón de convertir las ideas en lemas y los lemas en pancartas ha logrado identificar este legado ideológico con el reconocido “we can do it [podemos hacerlo]”, cuya pancarta de J. Howard Miller –inspirada en la obrera Naomi Parker Fraley– fue muy difundida en la Segunda Guerra Mundial y en la actualidad algunos inclusos asocian con el feminismo.

Una proliferación masiva de producciones culturales al respecto pone de manifiesto la actualidad del American dream. Incluso algunas de las críticas más acérrimas le hacen publicidad y en muchos aspectos compagina con las dinámicas de desarrollo que vive el mundo. La velocidad equivale a desarrollo; el desarrollo equivale a mayor competencia en el mercado; esa competencia, a su vez, entraña nuevas oportunidades para trabajadores que creen en el sueño americano.

Competencias de todo tipo suceden a menudo a contratiempo (en juegos de entretenimiento, deportes, pugnas comerciales). El atleta más rápido, el auto más veloz, la solución más inmediata. La comida rápida, veníamos diciendo, se encuentra en el centro mismo del sueño americano. Es, por decirlo así, la médula misma de toda una cultura que vive de afán y que no se permite una hora completa de almuerzo. De modo que no deja de ser hilarante la discusión sobre el salario mínimo en Estados Unidos, nacida justamente en el sector de comidas rápidas.

Séneca y los horarios de trabajo

Séneca y los horarios de trabajo

Escribió Séneca: “Nuestra naturaleza está en la acción. El reposo presagia la muerte”. Suele decirse que siguió la costumbre griega de ser enterrado sin epitafio; le habría gustado que en caso de que alguien preguntara por su memoria alcanzara la fórmula según la cual basta saber si acaso fue apasionado. Fue acaso Séneca uno de los primeros filósofos en apasionarse por el tiempo. Se preguntaba, entre otras cosas, qué puede significar pedir tiempo y por qué esta solicitud suena siempre tan acuciante y al mismo tiempo tan ambigua e incluso absurda.

Lejos de hermenéuticas y casuísticas innecesarias, basta recordar algunas de las proclamas de los huelguistas del sector de comidas rápidas durante el 2015: “workers deserve stable shedules [trabajadores merecen horarios estables]”. Así es: el espíritu estoico y las reclamaciones sindicales coinciden en exigir tiempo. También escribió Séneca: “En tres tiempos se divide la vida: en presente, pasado y futuro. De éstos, el presente es brevísimo; el futuro, dudoso; el pasado, cierto”.

Un poco de historia

El pasado angloamericano refleja, al menos, un antecedente universal, en cuanto al desarrollo de dinámicas y leyes laborales. Sin embargo, no fue el salario mínimo en Estados Unidos el tema central de la pugna. Tal como te contamos en otro de nuestros blogs, los primeros en concebir un salario mínimo regulado y vigilado gubernamentalmente fueron los países de Nueva Zelanda y Australia a finales del siglo XIX.

Para esta misma época, los hechos que han marcado el destino del llamado “gigante dormido” siguen suscitando múltiples interpretaciones. Al menos dentro del discurso histórico, podemos concebir dos perspectivas al respecto: el denominado discurso mainstream y el underground.

Mainstream

El discurso del mainstream, convencional o políticamente correcto, insiste en redundar sobre la Ley Ingersoll, proclamada el 25 de junio de 1868, como un antecedente pionero en el mundo por velar por los derechos de los trabajadores. En los primeros tres artículos de esta Ley, en efecto, se advierte la disposición según la cual, salvo casos de urgencia, de guerra, de defensa de la propiedad privada o de la vida misma, los trabajadores no tendrán una jornada mayor a las ocho horas. En caso de contravenir esta disposición, se lee, se adjudican multas que van desde los 50 hasta los mil dólares.

Como homenaje a aquellos derroteros, en los que tuvo un protagonismo insigne la famosa Orden de los Caballeros del Trabajo y la Federación Americana de Trabajo, se celebra el primer lunes de septiembre el día del trabajo o labour day. Ondear la bandera y disfrutar de una parrillada con los compañeros de trabajo es la costumbre habitual. Y, con todo, incluso durante aquellas parrilladas las conversaciones se tornan más underground, se comentan muchas de las críticas a esta versión simplista de la historia.  

Underground

Aunque para muchos estas narrativas se asocian con un grupo de gente que vive bajo la tierra y no se da cuenta de cuánto el mundo ha cambiado, las denominadas narrativas underground resultan cada vez menos contingentes y ocupan buena parte del imaginario que configura la opinión pública. En cuanto a los antecedentes que venimos mencionando puede arrojar muchos más detalles.

Nos remontamos entonces al año de 1886, específicamente al 1 de mayo, cuando se extienden marchas de más de 200 mil obreros a lo largo de Chicago, donde las condiciones laborales resultaban mucho más crudas que en el resto del país. Como te das cuenta, para esta fecha la Ley Ingersoll ya había sido proclamada y, aun así, muchos de los reclamos tienen que ver justamente con prácticas de lo más comunes como acosar, por ejemplo, a los trabajadores con horarios de 18 horas. Las empresas más responsables sencillamente pagaban multas de 50 dólares cuando excedían este umbral horario.

Aunque la consigna principal no fue, precisamente, el salario mínimo en Estados Unidos, algunas de las fábricas que mantuvieron la huelga hasta el  3 y el 4 de mayo, exigían emolumentos justos. Los gerentes de algunas de estas fábricas, que operaban únicamente por la contratación de esquiroles, les habría deducido a sus trabajadores, directamente de la paga, sistemáticamente, recaudaciones para iglesias cristianas.

La contracultura y el salario mínimo en Estados Unidos

Estos eventos del 1 al 4 de mayo de 1886 se conocen más formalmente como el incidente de Haymarket. La contracultura, los movimientos hippies y la Generación Beat le tomaron como insignia, refiriéndose a los acontecimientos de aquel momento como revuelta e incluso como masacre, eludiendo, en todo caso, la palabra revolución, pues los esquiroles de los años 60, además de trabajar durante los paros y las huelgas, proporcionaban importante información sobre posible propaganda comunista.

Aún resulta emblemático el hecho de que en muchas partes del mundo se celebra el día internacional de los trabajadores el 1 de mayo como forma de rememorar aquellos sucesos, salvo en el país donde justamente ocurrieron. En territorio anglosajón, más que en cualquier otra parte del mundo, la contracultura concibe una crítica mordaz al sueño americano, cuyo ideal de abundancia de bienes se derrumba en el momento mismo en que el trabajador raso descubre que no consigue llegar a fin de mes.

Volviendo a las huelgas del sector de comidas rápidas

Empleados de franquicias como McDonalds, Burger King, Wendy’s y KFC revivieron a finales de 2015 la discusión sobre el salario mínimo en Estados Unidos. Los portavoces comerciales se referían a los hechos como eventos colectivos o manifestaciones, pese a que los restaurantes exhibían el letrero “closed, due to strike [cerrado por huelga]”. En redes sociales se compartían múltiples registros de acoso laboral y de reacciones violentas entre empleados y clientes. Se hizo tendencia de opinión, llegando a las redes sociales con el #FightFor15 [LuchaPor15], en alusión a los 15 dólares la hora reclamados como salario mínimo en Estados Unidos, al menos en este sector específico.

Hilary Clinton tuiteó: “Fast-food, home care, child care workers: Your advocacy is changing our country for the better [Trabajadores de comida rápida, atención domiciliaria, cuidado infantil: su defensa está cambiando nuestro país para mejor]”. Bernie Sander se sumó a la causa, que reunía cada vez más gremios: “I stand with the thousands of workers on strike today to demand $15 and an union [Estoy con los miles de trabajadores en huelga hoy para exigir USD $15 y un sindicato]”.

Durante el gobierno de Obama, algunos estados tuvieron alzas que llegaban hasta 10,10 dólares la hora. Sin embargo, desde el 2013, el promedio de pago de la hora laboral, en la mayoría de las vacantes del sector de comidas rápidas se había venido manteniendo en el umbral entre los 6 y los 7 dólares la hora.

Efectos del salario mínimo en Estados Unidos

Efectos del salario mínimo en Estados Unidos

La intención de extender el aumento a escala nacional fracasó a inicios del 2021, cuando el senado se pronunció en contra de la medida que esperaba incluirse dentro de una ley de alivios frente al Covid-19. Aunque el senador independiente de Vermont, Bernie Sanders, intentó revivir el aumento en todo el país, ocho votos en contra de la enmienda dejaron el ajuste en manos de cada jurisdicción.

Así que es recibida con optimismo la noticia de que en al menos uno de los 50 estados que comparten soberanía con el gobierno federal la tasa fijada es de 15 dólares la hora como salario mínimo en Estados Unidos. Y esto genera un panorama alentador en medio de un mundo que vive la incertidumbre –sucedánea del modelo de guerra fría– en la que no sabes cuál es la siguiente jugada, porque no conoces las reglas del juego, es más: no sabes cuál es el juego.  Pero este no es el único impacto.

Efectos macroeconómicos del salario mínimo en Estados Unidos

Hay que decirlo: desde una perspectiva macroeconómica la fijación de un salario mínimo en Estados Unidos –sobre todo en países como éste que reflejan altos índices de desarrollo industrial, científico e investigativo– puede llegar a tener algunos efectos particularmente negativos.

Según la firma jurídica Walters Kluwer, la fijación de un salario mínimo en Estados Unidos empieza por evidenciar la proliferación descontrolada de sectores marginales que no pueden acceder, siquiera, a peculios con los cuales subsistir, pese incluso a su productividad. Además sus gráficas y análisis comparativos (que puedes encontrar en detalle aquí) reflejan que la imposición de un salario mínimo en Estados Unidos tiende a aumentar la tasa de desempleo: aumenta la oferta, pero se reduce su volumen. Así que, en efecto, como reza el proverbio: es preferible pedir tiempo que tener que pedir dinero, al menos dentro del modelo del sueño americano.

Repercusiones en pequeñas economías del salario mínimo en Estados Unidos

Se supone que las medidas relativas al salario mínimo en Estados Unidos deben impactar, sobre todo, a las economías más golpeadas. Pero puede requerir medidas adicionales: el costo de vida percibe aumentos significativos a la par de los ajustes salariales, de modo que el trabajador promedio no llega a notar estas alzas relativas en su calidad de vida. De hecho, la matemática sutil de la economía puede llegar a mostrarse perversamente pornográfica, incluso puede revelarse como caricaturesca y falsamente edulcorada.

Desde luego, otras medidas relativas al aumento del salario mínimo en Estados Unidos buscan reducir la creciente desconfianza democrática, pero también aumentar la productividad en el marco de un mercado cada vez más competitivo. Las disminuciones de impuestos en ciertos sectores marginados, incluso políticas subsidiarias contribuyen a reducir las brechas económicas de la población, que cada vez parece más zanjada.

El salario mínimo en Estados Unidos en relación con otros países

Se suele omitir el salario mínimo en Estados Unidos en cuadros comparativos, tal como sucede con algunos países nórdicos, como una especie de sutileza discursiva. Nos parece relevante mantener ese grado de discreción, entre otras cosas, porque hay muchas variaciones dependiendo de la jurisdicción, el estado o la ciudad. Además, el simple hecho de contrastarlo con el de Rusia, por ejemplo, implica una discusión, por lo demás, confusa.

Por lo demás, basta recordar que Estados Unidos sigue siendo el epicentro cultural y económico del mundo. Muchas de sus ciudades, además de multitudinarias, turbulentas o embrolladas entre interminables cables y enormes rascacielos, ostentan los más altos niveles de vida y en muchos aspectos siguen siendo un modelo de desarrollo. Millones de ciudadanos de todo el mundo son la base multicultural más sólida del sueño americano.  

El salario mínimo de Estados Unidos en relación con Latinoamérica

Ecuador, Chile y Panamá se encuentran en los primeros lugares con sueldos de 425, 395 y 365 dólares mensuales, respectivamente. Le siguen México, Colombia, Perú, Argentina y Brasil. ¿Qué significa, para el caso, mencionar los ejemplos de Cuba y de Venezuela? El célebre verso de Los prisioneros expresa eso que a veces no saben cómo expresar los periodistas: “Latinoamérica es una granja al sur de Estados Unidos”. Este tipo de contrastes suelen evidenciar márgenes que animan a cada vez más ciudadanos a buscar en otras latitudes las oportunidades que no encuentran en su país de origen.

En El hambre, la compilación de ensayos de Martín Caparrós, el periodista sostiene una crítica del denominado cuarto mundo, aquel enorme sector marginado que no logra acceder ni siquiera a los alimentos mínimos de subsistencia.

En una de tantas entrevistas se le preguntó qué opinaba respecto de los alimentos transgénicos y la denominada soberanía alimentaria. De frente al escarceo verbal que no deja de oponer ideologías, por lo demás desaliñadas, manifestó: “ché, pues lo importante para el caso es que nadie se quede sin su hamburguesa, con todo y que te estresen temas como la carga de proteínas, el colesterol, el gluten o los alimentos transgénicos”.

El salario mínimo en Estados Unidos y la expansión del inglés

Si bien, dentro de los entornos académicos, el uso de este idioma para conferencias internacionales imita, casi de forma ridícula, la costumbre renacentista del uso del latín, es completamente indispensable en el mundo de los negocios e incluso para acceder a cualquier vacante en entornos angloparlantes como los de Estados Unidos.

A manera de sátira, el ensayista Bill Bryson redacta: “Más de 300 millones de personas en el mundo hablan inglés y el resto, bueno, parece que lo intenta. Sería caritativo decir que los resultados son a veces irregulares”. Una llamativa hipótesis sobre los efectos del aumento del salario mínimo en Estados Unidos tiene que ver justamente con la expansión del inglés. Lo cierto es que son cada vez más notables los esfuerzos de gobernadores por dirigir sus discursos a la comunidad latina directamente en español. No diremos si lo intentan o tienen resultados irregulares, mucho menos que estas opiniones tengan que ver con la caridad. Es sencillamente un acierto.

Esto es América

“Esto es América –expresa la canción de Glidish Gambino–; gana tu propio dinero; sólo eres un código de barras”. Son notables los avances en materia de causas colectivas, tales como la fijación de un salario mínimo en Estados Unidos y disposiciones que inciden en leyes y normativas laborales. Pero estas herramientas, que son ganancias históricas, no sirven de nada si no aprendes a velar por tus propios derechos.

Aquí te dejamos el enlace del sitio oficial del Departamento de Trabajo, en el que encuentras todos los detalles acerca del salario mínimo en Estados Unidos, así como dónde acudir en caso de que tus empleadores te paguen menos de lo estipulado legalmente. También podrás pedir asesoría en materia de jornadas, contraprestaciones y demás garantías laborales. Son pequeñas causas y no requieren pagar un abogado particular.

Yo vivo en América

En la película Mátalos suavemente, basada en la novela Cogan’s Trade y dirigida por Andrew Dominik, hay una peculiar autocrítica que demuestra, una vez más, lo saludable de la cultura anglosajona. El personaje Jackie Cogan, protagonizado por Brad Pitt, es un investigador y sicario privado, que resuelve un robo perpetrado en el interior de la mafia. En la última escena, en la que no queda más que cobrar al contratista por el trabajo realizado, tenemos un típico regateo por el pago de servicios (más que profesionales) en la barra de un bar.

El contratista, un abogado anónimo, quiere pagar menos de lo acordado. En el televisor del bar se emite uno de los discursos del entonces presidente Barack Obama. Ambos prestan atención a sus palabras: “Buscamos reivindicar el sueño americano y reafirmar esa verdad fundamental: que entre muchos somos uno”.

“¿Has oído eso: va por ti?”, dice el contratista. “No me hagas reír. ‘Somos un pueblo’: ese es un mito creado por Thomas Jefferson. Oh, amigo mío, Jefferson es un santo norteamericano. Escribió la frase ‘todos los hombres fueron creados iguales’, que él no se creía, pues permitió que sus propios hijos vivieran como esclavos. Era un esnob harto de pagar impuestos a los británicos. Sí, escribió unas bellas palabras y agitó a la plebe que vivió y murió por ellas, mientras él se atosigaba de vino y se follaba a su esclava. Este tío quiere que creamos que vivimos en una comunidad. No me hagas reír. Yo vivo en América. Y en América estás solo. América no es un país. Sólo es un negocio. Así que paga”.

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Volver al trabajo

Nos hemos venido refiriendo a muchos discursos presidenciales e incluso a tuits de candidatos de gobierno. Pero es una ocasión propicia para referirnos al exalcalde de San Francisco y gobernador de California, Gavin Newsom. Miembro del Partido Demócrata, reconocido como una voz influyente a favor de legalizar la marihuana y considerado como una figura importante en el apoyo de la población inmigrante. Recientemente afrontó un referendo revocatorio en su contra. Los resultados de las votaciones le mantienen en el poder. Luego de agradecer por los esfuerzos de los ciudadanos votantes, refirió esta habitual frase, con la que, por el momento, también nosotros nos despedimos: “Now, let’s get back to work [Ahora, a volver al trabajo]”.

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